jueves, 28 de abril de 2011

¿POR QUÉ NO ME CALLO?

Hay veces en la vida en las que te viene a la cabeza un gran chiste en una situación jodida y sabes que tienes que aguantarte las ganas de soltarlo, pero no puedes. Es superior a ti, estás poseído por la fuerza atávica del humor – cachondeístico y te tiras de cabeza al abismo.

Y, claro, sucede lo inevitable, que te arrepientes cuando aún no has terminado de soltar la gracieta. ¿Por qué lo hacemos? Larry David, en una entrevista con Ricky Gervais, lo explica muy bien. Simplemente, we take the risk: corremos el riesgo

Os pongo un ejemplo de esto. Tengo un amigo que trabajó hace mil años de regidor en un programa de Manel Fuentes (“La noche de Fuentes”, creo que se llamaba), que me contó que un día fue como invitada Bibi Andersen. Quique San Francisco tenía una sección donde hacía de las suyas. Todos sabemos que es un cachondo mental y un gran tipo, aunque a veces se le va la pinza un poco.

Bueno, pues cuando Quique vio a Bibi Andersen no se le ocurre otra cosa que saltarse el guión, poner su sonrisa socarrona y decirle: “Bibi, la verdad es que siempre me has parecido una mujer con dos cojones”. Ni que decir tiene que Bibi se levantó de un salto y ahí terminó la entrevista.

Quique San Francisco se quedó con cara de “la he liado, me he pasado tres pueblos”, aunque seguro que la pena le duró poco. Quequé me ha contado hace poco por twitter que él presenció la denominada “Entrevista más breve de la historia” y que se lió una buena.

El caso es que, aunque el chiste era desafortunadísimo, entiendo al bueno de Quique San Francisco porque he pasado por lo mismo alguna que otra vez.

Quique, si no te gusta la cerveza te damos otra cosa.

Os voy a contar alguno de mis grandes momentos . Recuerdo un verano en el que mi novia de entonces (su nombre indio es “Aquella cuyo nombre no se puede pronunciar”) se fue a Londres a hacer un curso de no sé qué. Algunos días curraba en un restaurante para sacarse un dinerito y cuando me llamaba me solía comentar lo simpático que era con ella un camarero pakistaní. Yo le decía: “Como le des un poco de cancha, el pakistaní va a entrar en modo percutor, se te va a enganchar a la pierna y va a hacer el perrito chico”.

Pero no, yo me equivocaba y el tipo era una persona estupenda y yo un malpensado… Hasta que un día me llamó esta chica con un ataque de nervios. El pakistaní se había presentado en el restaurante con la familia al completo (padres, hermanos y abuelos) y el cabeza de familia quería que “Aquella cuyo nombre no se puede pronunciar” le diera el teléfono de su padre para arreglar la boda con su retoño. Quería negociar un matrimonio en toda regla, como era costumbre en su país. El pobre tipo, que parecía un doble de Apu, había malinterpretado las señales y estaba convencido de que “Aquella cuyo nombre no se puede pronunciar” estaba loca por sus huesos.

La situación era bastante desagradable. Ella, casi sollozando, me dijo: “Por favor, Juan, ¿qué hago? Ya les he contado que tengo novio en España y todo eso, pero este tío insiste en tratar el tratar el tema con mi padre directamente. Mi opinión no cuenta, por lo visto.”

Estaba realmente nerviosa la pobrecilla, me imagino el cuadro y ufff…. Era el momento de tomar las riendas de la situación, de desfacer entuertos, de mirar el peligro a los ojos y portarse como una persona madura y responsable. La hora de resolver problemas. Pero, claro, me vino una gracieta a la cabeza y no pude evitarlo: “Tranquila, no pasa nada. Por favor, dile a ese señor que se ponga al teléfono. Los malentendidos se aclaran y no hay problemas…Vamos, que por cuatro cabras, dos camellos y cinco ovejas cerramos el trato con el pakistaní”. Por supuesto, colgó y estuvo dos días sin cogerme el teléfono. Me pasé un poco, vale, pero era superior a mí. El chiste mereció la bronca.

Retrato robot del pakistaní latin lover.

Otra situación similar la viví de Erasmus en Bélgica. Estaba en una cena con españoles y había una valenciana que era gilipollas perdida. Me dijo: “Me han dicho que eres andaluz. Me hacéis mucha gracia. ¿Por qué no nos cuentas un chiste y nos diviertes?” Noté los midiclorianos cachondeísticos invadiendo mi cuerpo, la Fuerza humorística y la tuve que liar.  Sabía que si entraba al trapo, iba a ser una cena muy incómoda, pero, qué coño, me dije. Mi respuesta fue: “¿Qué te cuente un chiste? Tú eres valenciana, ¿no? ¿Por qué cojones no tiras petardos y quemas cosas y así me divierto yo?”. Me miró con odio homicida pero yo me quedé la mar de a gusto.

 Estos han sido mis momentos estelares, ¿me contáis los vuestros?

martes, 26 de abril de 2011

CÓMO PERDER LA DIGNIDAD EN MENOS DE 5 SEGUNDOS (LA VIDA DIARIA DE UNA IDIOTA). BY CALLAQUENOVEO

Lo bueno de Twitter es que puedes conocer a gente como Callaquenoveo, una chica majísima que escribe tweets que son para ponerlos en un marco. Me encanta su sentido del humor, lo rápida de mente que es y además se nota que es lista y leída. ¿Qué más se puede pedir a un tuitero?

¡¡Y lo que se parece esta chica a Bettie Page!!

Como no podía ser de otra manera, le pedí que escribiera una entrada en “Also starring” y, como es para comérsela con papas, me ha mandado esta maravilla. Os vais a partir de risa. 

¡A disfrutarlo, muchachada!

CÓMO PERDER LA DIGNIDAD EN MENOS DE 5 SEGUNDOS (LA VIDA DIARIA DE UNA IDIOTA). BY CALLAQUENOVEO

Cuando Juan me pidió que formara parte del "Also Starring" pensé dos cosas: una, que se había equivocado al enviar el mensaje y se lo decía a otro tuitero; y dos, que si iba en serio, qué mierdas iba yo a contarle, si vivo en un bucle infinito de obligaciones y estupidez bastante aburrido. Que me llena de orgullo y satisfacción escribir para su blog, pero mi vida es insulsa como un plato de acelgas. (Que digo yo que si tan saludables son, ya podían saber a solomillo y no a LA NADA. "¿Papá, qué es "la nada"? "La nada, hijo mío, es a lo que saben las acelgas.") 

No obstante, el destino quiso que tuviera algo que contar, así que cruzó en mi camino a una pobre víctima: Daniel Brühl. Que lo mismo por el nombre no os viene nada, pero este muchacho es el héroe nazi de Malditos Bastardos y prota de Good Bye Lenin! ¿Ahora está más localizado, no? Bien, pues eso, que el destino quiso que lo asaltara cuando pretendía ir de persona digna que lee, estudia y se culturiza: estaba en el Museo del Prado. 

Que diréis: bueno, tan monguer no serás cuando le asaltas y tienes que hablarle en otro idioma y eso. Pues no, el muchacho es español, así que pude hacer el idiota en mi idioma materno, que tengo más soltura, dónde va a parar. En otros idiomas hago el ridículo, sí, pero involuntariamente, y eso no luce tanto. Como cuando un día en el Teatro Real había un evento y estaban los reyes, que una turista me preguntó: "What's happen?" y yo le contesté "DE KIN IS JIAR" Tal cual, no exagero ni una mijita. La señora turista me miró rarísimo, pero yo pensaba que mi frase, acompañada con unos movimientos de manos que dibujaban una corona y un volumen de voz elevado (porque todos sabemos que gritar es un idioma universal que ayuda al flujo comunicativo, que ni el inglés ni el esperanto ni nada), no dejaban lugar a la duda. Mi amiga S, que estaba presente cuando protagonicé este esperpento, todavía se ríe de mí y me imita cuando intento decir algo en inglés. Pero he avanzado algo, eh, que ya tengo el nivel Emilio Botín, y aspiro al nivel Aznariano. Soy positiva en cuanto a mi mejora del idioma anglosajón. 

Bueno, que me lío. El caso es que me crucé con Brühl en uno de los accesos, dejé pasar 5 segundos, obligué a que mi hermano sacara el móvil, y me acerqué para decirle con voz dulce: 

- Perdona, ¿Daniel Brühl?
- Sí...
- [Moviendo mucho las manos, haciendo aspavientos y todo. Olvidad lo de la voz dulce, ahora con voz de niña de 7 años, que en realidad es la que tengo] UAAAAAAAAAA, AY DIOS MÍO QUÉ ILUSIÓN ME HACE CONOCERTE POR DIOS, QUE ME ENCANTAS MUCHÍSIMO BLABLABLABLABLABLABLABLABLA*!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
SIOADJFIHAÑEIOJFLOIFN POR FAVOR, FOTO!!!! GRACIAS!!!!BLABLABLABLABLA!!!!!!!!! GRACIAS!!!! 

*Tampoco me acuerdo de todo lo que le dije, pero os podéis hacer a la idea. Entre lo nerviosa que estaba y que tenía que omitir datos como "ay dios mío, te hacía varios hijos aquí mismo", pues claro, mi cerebro ha decidido no grabar todo en el disco duro. También es cierto que decir las cosas sin pensar tiene que ver algo, como cuando en una exposición de un trabajo para clase (sobre realities tipo Gran Hermano) solté algo así como que "una de las concursantes era un poco puta" y a la que me quise dar cuenta estaban todos descojonados, pero yo no recordaba haber dicho nada gracioso. 

Mi hermano, testigo de los hechos, estuvo riéndose de mí y de mi dignidad perdida el resto del día. De hecho, no paró de imitarme y de decirme: "dios mío, es que pareces subnormal, ni que se te hubiera aparecido la Virgen, el pobre estaba que no sabía ni qué decirte, parecía que ibas puesta, en plan Vicentín". Así es mi hermano, destrozando ilusiones desde 1993. Pero no le falta razón, que si me puse así con él, el día que me cruce con mi futuro marido, que es el actor que protagoniza Mad Men (aunque él no lo sepa, pero es un detalle sin importancia), no sé cómo voy a reaccionar, porque a ese sí que le tengo que hablar en inglés, y a ver cómo hago para decirle que se tiene casar conmigo porque el destino así lo desea, que no puedo decirle "JON, PLIS MERRI MI, YU JAF TU MERRI MI, AI AM DE PERFECT GUAIF, PLIS, MEIQ MI YURS!" y gritar y comportarme como si me hubiera tomado todo el muestrario de incautación de cocaína que la Benemérita tenía preparada para enseñar a la prensa. No lo veo convincente. Pero eso forma parte de un plan perfecto que tengo que elaborar a conciencia y que no puede fallar por nada del mundo, mi futuro depende de él [insertad aquí una mirada de destino, observando el horizonte desde lo más alto de un acantilado, con el viento ondeando mi larga melena morena] . 

Mientras tanto, debería preocuparme por recuperar la dignidad que me dejé (era poca, pero la quiero de vuelta) en aquel acceso del Prado. No sé por dónde empezar, pero mi meta es llegar a ser tan digno como este perro. Tiene más dignidad que muchos seres humanos. Los de Sálvame, por ejemplo, no le llega ni a la altura de las almohadillas que tiene bajo las patitas.

Perrito digno, si me estás leyendo, ENSÉÑAME A TENER ESA DIGNIDAD, TE LO SUPLICO.

domingo, 24 de abril de 2011

LA CASA VIEJA


Esta Semana Santa he decidido irme de Huelva. Necesitaba aislarme de todo (de algunas cosas más que de otras) y tomarme unos días para reflexionar. He pasado unos días en “modo meditabundo on”. Una semana más así y acabo de monje budista.

Hay que hacerse budista. Si el boss lleva estas pintas, esa religión no puede ser mala.

Andando por el campo me venía a la memoria Fray Luis de León y su “Vida retirada”. La verdad es que el tipo sabía lo que se decía:

¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado
ni del dorado techo
se admira fabricado
del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presa a mi contento
si soy del vano dedo señalado?
¿Si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh rio,
o secreto seguro y deleitoso!
Roto casi el navío
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiérteme las aves
con su cantar sabroso no aprendido;
no a los cuidados graves
de que es siempre seguido
el que al ajeno arbitrio está atentido.

Vivir quiero conmigo
gozar quiero del bien que debo al Cielo.
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas , de recelo.

Etc.
Fray Luis, ¡¡cuidado con el chino que tiene una pipa!! 

He aprovechado uno de los paseos para grabar un vídeo con el iPhone, contando una historia sobre la Guerra Civil. No os desvelo más cosas, echadle un ojo:  


También he hecho mis pinitos con la cámara. Aquí van las fotos.






viernes, 22 de abril de 2011

EL CASO WITTELBERG. CAPÍTULO I.

En “Gritis jits” presentamos hoy el capítulo 1 de “El caso Wittelberg”, un falso ensayo cachondeístico que publiqué en la revista Noseolvida, hace ya bastantes años. A disfrutarlo, chavales.


EL CASO WITTELBERG. CAPÍTULO I.

De un tiempo a esta parte parece haberse puesto de moda la obra del cáustico escritor y ensayista F. Wittelberg. Resulta curioso el intrincado mecanismo que rescata del desván del olvido las creaciones de hombres singulares, pero no hemos de regocijarnos ya que el Wittelberg que nos quieren mostrar no tiene nada que ver con el que conocemos los que hemos dedicado nuestra vida al estudio del artista.

Sí, es cierto que está en boca de todos, pero no se hace más que repetir sus frases más afortunadas y no se profundiza ni un ápice en la filosofía wittelbergiana. No hay ningún debate, ni una revisión de su obra ni nada parecido, la torpe farsa intelectualoide ya empieza a oler mal. Es lo que yo llamo El Caso Wittelberg, la Gran Impostura. 

Hay que decir, en descargo de los críticos de sofá a los que dirijo mis dardos, que no es la primera vez que sucede algo parecido en la historia de la literatura; Proust y Cortázar quizás constituyan los casos más sangrantes. A más de un literato debería somodomizarlo una horda de cronopios o morir atragantado por un kilo y medio de magdalenas proustianas ... lo digo sin acritud.

Confío en no resultar atrevido si afirmo creer que si Wittelberg levantara la cabeza se daría con la tapa del ataúd y después exclamaría “Mis ideas en vuestras bocas suenan a falacia”, al igual que Marshall Macluhan en Annie Hall.

Pasemos a exponer los hechos de la vida del artista que constantemente se obvian o simplemente se desconocen para tratar de arrojar la luz de la razón sobre la oscura sombra de la especulación y la falacia.

Wittelberg, querido lector, poseía un alma sensible y generosa que se deleitaba con la extática contemplación de la turbia belleza de los paisajes adehesados, trufados de encinas y jarales, del Valcañete de su infancia; tal es así que cuando destinaron temporalmente a su padre, periodista de sucesos y coleccionista de vicetiples, al pueblo de al lado, el joven Feliciano, henchido el corazón de nostalgia, deseaba ansiosamente “que hubiera algún muerto o algún herido en Valcañete” para poder acompañar a su padre y pasear con místico recogimiento por los montes de su añorado pueblo. ¿Cuántas veces hemos oído hablar a la crítica de la desdichada infancia de nuestro protagonista para tratar de comprender el alegre pesimismo de sus primeras obras? ¡Háganme llegar alguna reseña, porque yo no conozco ningún caso! 

La vida de Wittelberg se suele considerar como una sucesión de hechos inconexos, sin orden ni concierto. Se olvida la lógica interna de lo ilógico y ahí estriba el fallo.

Sirva como ejemplo que jamás se menciona que el artista no pudo superar la vergüenza y el desprestigio que ocasionaba el hecho de haber sido universitario. Ocultaba su licenciatura cum laude entre los trastos viejos del desván, temeroso de que algún día se descubriera su infamante secreto y que alguien le señalara con el dedo y se rumoreara entre risitas que él era “un escritor con estudios”. Ese temor se reflejaba en sus ensayos y parece que no se considera en absoluto a la hora de juzgar su obra.

Mas si hay un dato que se olvida indefectiblemente en las estrafalarias biografías que circulan acerca de Wittelberg es su frustrado amor de juventud por una joven llamada Encarnita. ¿Cómo entender la obra de un escritor sin acercarnos a su vida? ¿Cómo deshacer el ovillo del misterio que esconden las páginas de la romántica novela “A la sombra de la higuera te puse mirando a Coria”, sin entender la angustia existencial que agitaba la vida del artista en aquellos dramáticos momentos? Tal es la torpeza que comenten la mayoría de los críticos literarios de nuestros días. Desligar el estado de ánimo de un creador con la obra creada es un disparate que sólo merece nuestro desprecio.

El amor por Encarnita nunca se materializó, a pesar de la cerril insistencia de Wittelberg, y ésta terminó fugándose con un atractivo vendedor de barómetros. El corazón del artista se partió en mil pedazos y esa penosa nostalgia de lo que nunca sucedió se terminó filtrando en la mayoría de sus novelas y ensayos posteriores. Como suele suceder el platónico e intenso amor por Encarnita se suele pasar por alto y se insiste, no sin cierta malicia, en la tortuosa relación que mantuvo Wittelberg con un queso suizo, al que llegó a comprar un piso en Los Remedios y con el que no se casó por la oposición de sus rígidos padres. El “amor fou” está permanentemente latiendo en sus páginas, incluso lo encontramos en el frío ensayo “El hombre ante la idea de lo eterno”, en el que algunos con cortedad de miras sólo han querido ver una sistemática enumeración de trucos para ligar con extranjeras.

Asimismo, se confunden sus influencias. El artista no sólo no admiraba (como se ha afirmado alegremente tantas veces) sino que rechazaba visceralmente a Voltaire por considerarlo “afrancesado”....
(Continuará)

martes, 19 de abril de 2011

EL EXAMEN DE CONDUCIR

Cada vez que veo un coche de autoescuela me acuerdo de cómo las pasé en el examen práctico del carnet de conducir. Aquel día casi la palmo. Os voy a contar la historia, aunque estamos lejos de Halloween.


Recuerdo la autoescuela como in lugar que parecía diseñado por Faemino y Cansado. Cuando llegué allí me recibió una “velina” que se empeñó en explicarme cómo se rellenaba una plantilla de soluciones de un test, a pesar de que desde el principio le dije que yo ya sabía lo que era aquello.




Por ejemplo, si crees que la opción buena es la C, pues te vas aquí y pones una equis en la C. ¿Lo entiendes o te lo repito? – Me lo repites, sin ropa a ser posible.


Todas las mañanas iba a hacer tests un rato y coincidía con una fauna de lo más curiosa. Mis preferidos eran un tipo de mi edad que el más vago de la historia y una chica joven, de unos 50 años, que se creía una MILF y no llegaba a Ana Obregón.


El vago había dejado la carrera ¡para sacarse el carnet! En serio, eso me dijo. Había suspendido el teórico nueve veces y, la última vez que palmó el examen, vino su padre a formar un pollo a la autoescuela porque decía que la culpa era de ellos y no de su hijo, que era más flojo que un muelle de guita. Fumaba porros compulsivamente, llevaba gafas de pasta y no paraba de soltar obviedades a lo Paulo Coelho con cara de “tengo un complejo mundo interior”.


La tipa fue la que sostuvo el negocio de la autoescuela durante meses. Creo que recordar que llevaba casi dos años tratando de aprobar el teórico y era una persona entrañable. Nos conocía a todos por el nombre y era un espectáculo preguntando en clase. El tono era como de diálogo de película porno y las preguntas para enmarcarlas:

  • En una curva muy cerrada…eh (se pasaba la lengua por los labios)…eh, en una curva muy cerrada, ¿hay que poner el intermitente para avisar al que viene detrás?
  • Un momento, guapo. A ver si lo he entendido bien. En una vía de doble sentido puedo ir en sentido contrario si llevo las luces de cruce, ¿no?
  • Los coches diesel, ¿por qué no gastan aceite, chato?

Todo el mundo estaba encantado con ella porque nunca le sentaba mal suspender. Para ella, el carnet de conducir debía ser como unas oposiciones a notarías, el no va más de la dificultad.



Ojalá las preguntas fueran así.


Después de aprobar el teórico, empecé a dar clases para el práctico con un profesor que estaba alcoholizado y más caliente que Berlusconi en la Mansión Playboy.


Normalmente, tenía que aparcar tres o cuatro veces cada día… y siempre delante de un bar. El profe se bajaba del coche y me decía “voy a hacer una gestión”, se cargaba un pelotazo de ginebra en un minuto y seguíamos como si nada.


También tenía la agradable costumbre de pisar el freno cada dos por tres. Yo, después de clavarme el cinturón en el pecho, preguntaba preocupado “¿Qué he hecho mal?”, giraba la cabeza y me lo encontraba con cara de “nena, te lo voy a dar todo”, mirando lascivamente a cualquier cosa que llevara falda. Después decía algo así como “Esta tiene conejo para siete peroles” o cualquier otra expresión cordobesa sin gracia por el estilo. Y continuábamos con la clase como si nada.


El día del examen del práctico me dijo que mejor que fuera primera una chica que había dado más clases que yo y que iba mucho mejor preparada. Cuando vi a la tipa me pareció que estaba nerviosísima y con la mirada como ida. Antes de que llegara el examinador, el profe nos aconsejó que, si nos metíamos en autovía, le diéramos un poco de caña al coche, que podíamos suspender por ir muy despacio.


El examinador, que por la cara que tenía, seguro que preferiría estar en Afganistán desactivando minas que allí, nos miró muy serio y dijo: “Señores, empieza el examen. A partir de ahora, silencio absoluto”.


La tipa, que ya venía nerviosa de casa, se puso como un flan cuando vio la cara de sieso del que le iba a examinar. Aquello no pudo empezar peor para ella. Salió con el freno de mano puesto, le dijeron que girara a la derecha y lo hizo a la izquierda y un camión le pitó por ir despacio.


Entonces el examinador tuvo una idea estupenda: “Entre por la salida de la autovía y diríjase a la ciudad”. La chica recordó las palabras del profe sobre darle un poco de caña al coche si salimos a carretera y se las tomó al pie de la letra. Pisó a fondo, metió 3ª, 4ª, 5ª, agarró el volante con fuerza, abrió bien los ojos, pegó la nariz al volante y se concentró en batir el récord del mundo de velocidad. 80-90-120-150 Km/hora… Adelantamos a una ambulancia con la sirena puesta. En serio.


Yo iba en el asiento trasero izquierdo y no daba crédito a aquello. El examinador estaba pálido y no era capaz de decir ni media sílaba, mientras que el profe se había cargado tres gintonics antes de salir y se sentía feliz de la vida.


En la entrada a la ciudad hay tres semáforos separados entre sí unos doscientos metros. El primero lo pasamos en verde, el segundo cambiando de color y el tercero estaba ya en rojo cuando nos faltaban cien metros para llegar a él. No obstante, la tipa estaba concentrada en lo suyo y no contemplaba la posibilidad de frenar. Eso era de cobardes y ella tenía una misión.


El examinador le gritó “¡¡Pare, por dios!!”, el profesor, que estaba despertándose de una reparadora ensoñación etílica, soltó un muy elegante “¡Me cago en mis muertos!” y yo me tapaba la cara para no ver cómo un coche que venía por el cruce de la izquierda nos iba a embestir. Aquello no debió durar más de cinco segundos, pero os juro que me dio tiempo a pensar “Qué forma más tonta de morir”, mientras el coche que se acercaba por lo menos a 120 Km/hora, parecía que se iba a empotrar directamente contra mi puerta.


Finalmente, los coches se cruzaron a una distancia de pocos centímetros sin llegar a tocarse de puro milagro. El profesor reaccionó con una frase de internado suizo: “Frena ya, loca de los cojones” y la tipa dio un volantazo y dejó el coche un poco subido en la acera.


Fue en ese momento cuando empezó el numerito. La chica se pone a llorar y a decir que ella sabe conducir muy bien y que le den otra oportunidad. Quince minutos costó que soltara el volante y me dejara conducir a mí.


La verdad es que después del espectáculo de los autos locos, parecía que yo era Enzo Ferrari. Quité el freno de mano, me dijeron “gire a la derecha” y eso hice y no me salté ningún semáforo. Yo era claramente un superdotado del volante. Y aprobé, claro.