jueves, 26 de mayo de 2011

CALIFORNIA 83- MICHIGAN 94


Estoy leyéndome “California 83”, la novela de Pepe Colubi, al que, como diría Troy McCLure, probablemente recuerden del programa de TV “Ilustres Ignorantes”, la Revista “El Jueves” o la mismísima Rolling Stone.

“California 83” narra las aventuras del autor en EEUU durante el año que estudió allí COU. Me he sentido muy identificado con muchas de las situaciones porque yo pasé un verano (tres mesecillos completos) en América, también cuando tenía 17 tacos. Fue en Alma, un pequeño pueblo cerca de Detroit (Michigan), en el año 1.994.

“California 83”. Sólo voy por la mitad de la novela pero ya os la recomiendo. Salen perros haciendo surf y más cosas bizarras.

Al igual que Pepe, quedé deslumbrado por la cultura americana, que era exactamente como me había imaginado (y eso que mi cabeza estaba llenita de estereotipos).

Lo cierto es que me perdí la experiencia de vivir un curso en un High School, pero el rollo pandilla de instituto con quaterback guaperas y líder de la manada (seguro que ahora está barrigón y es alopécico el pobre gilipollas), ligues con cheerleaders y fiestas de piscina, sí que lo disfruté.

 “Dame una pe, dame una o, dame una elle…” Por mí que no quede.

La TV y radio americanas me fliparon. Programas como Mistery Sciencie Theather 3000, El Show de Jerry Springer (que era una mezcla del Diario de Patricia con Pressing Catch donde todos los invitados acababan a hostias y lanzándose insultos que eran convenientemente censurados con pitidos: Fuc..piiipppp, motherf…piiiippp), o el canal teletienda 24 horas con productos delirantes que acababas convencido de necesitar sí o sí, como el llavero-exprimidor, me hipnotizaban.

También había canales que emitían cine del bueno todo el día y eso, para venir de España año 1.994, era la leche. Una vez convencí a mi familia americana para que viéramos juntos “Nacido el cuatro de julio”. Fue una mala idea. Con un hijo marine y de sólidas convicciones republicanas, esos padres sufrían la escena donde Tom Cruise grita “Ojalá tuviera un pene para poder tocarme”, con un rictus pétreo mientras me miraban de reojo, al tiempo que rebufaban como toros en el redil. Aguantaron 20 minutos, cambiaron de canal y no se volvió a sacar el tema.

La radio fue otro gran descubrimiento, sobre todo el programa de Howard Stern, el tipo con menos vergüenza de la historia de las ondas. Dos entrevistas me dejaron con las patas colgando: la que le hizo a Alec Baldwin, al que le soltó “Tío, dime la verdad… La primera vez que te zumbaste a Kim Bassinger te corriste en dos segundos, ¿verdad?” y la de Lou Diamond Phillips, que duró solo diez segundos y fue más o menos así:
-    
     Bueno, Lou, tu mujer se ha largado con otra tía. Qué putada, ¿no?
-    Es un tema personal que prefiero no comentar.
-   Ya, pero es que te lo tengo que preguntar... ¿Cómo notaste que tu mujer se había vuelto lesbiana? ¿Fue por su aliento?

A mí, como a Pepe Colubi, me costó un montón entender la pronunciación americana. Había pasado varios veranos en Saint Andrews (Escocia) y mi acento era como el de Desmond en Perdidos. Vale, ya sé lo que vais a decir, en Saint Andrews fue donde estudió Kate Middleton… No, no me la ligué, pero porque yo no quise.

Bueno, a lo que iba… Entender a un americano cerradísimo, de pueblo pequeño, debe ser como aprender castellano en Valladolid y que te suelten a practicar en Membrillo Alto.

Al principio lo pasaba fatal, porque solo pillaba palabras sueltas. Mi primer día me dijo mi “hermana americana”, que por cierto era cheerleader pero que no servía ni para hacer albóndigas, una frase de lo más enigmática: “Guajargüerfier CHICHI´S?”.

Yo pensé: “ha dicho algo de un chichi, lo he oído perfectamente” y contesté un resuelto “Aye, of course, bonnie!” (“Claro que sí, chata”), con un impecable deje escocés a lo McGorostidi, que habría hecho llorar de morriña a un emigrante de las Highlands.

Estaba intrigadísimo. ¿Dónde me iba a llevar la loca sonriente esta? Quería que probara un chichi y yo para esas cosas soy muy escrupuloso. Si no hay amor, nada de nada. Yo no me entrego.

Total, que cogimos el coche y me llevó por la avenida principal del pueblo hasta que nos desviamos en una calle semidesierta. Paramos bajo un cartel gigante que decía: “CHICHI´S. Mexican food”. Era un restaurante de comida mejicana. Mi gozo en un pozo.

 Chichi´s. No podrás comer sólo uno.

En fin, que creo que lo mío también daría para una novela. Mientras tanto, le podéis echar un ojo a “California 83”. ¡Las risas están garantizadas, payos!

3 comentarios:

  1. soy tu piti!!! muy bueno

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  2. Ole! Qué bueno lo del ChiChis...
    Un abrazo

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  3. Yo me lo leí hace un añico o así y me encantó! Un libraco, sí señor...

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