miércoles, 22 de febrero de 2012

EL CASO WITTELBERG VII: LOS COQUETEOS CON LA ARISTOCRACIA


En no pocas ocasiones hemos leído que Wittelberg se acercó a la aristocracia de Valcañete movido por intereses poco claros. Se ha hablado sin descanso de su afán por introducirse en los elitistas círculos de la nobleza europea y se ha señalado con el dedo acusador al artista, tachándolo sin conmiseración de frívolo, esnob e incluso “trepa”, si se me permite la expresión.

Ciertamente, no podemos negar el interés que demostró Wittelberg en hacer amistades entre la aristocracia, pero su propósito tenía, en cierto sentido, una dimensión artística puesto que éste no buscaba otra cosa que un mecenas (me permito recordarte, amable lector, que Wittelberg se hallaba al borde de la ruina en aquellos días y al mismo tiempo latía su pluma con fiebre creadora).

Nuestro protagonista llegó con el paso del tiempo a tomarles cariño a los nobles, llegando incluso a dedicarles un ensayo en el cual, influido por las teorías comunistas de Wittelberg Senior, trataba de despertar en la aristocracia “conciencia de clase” (con poco éxito, por cierto).

Introducirse en la Corte no le resultó nada fácil a nuestro amigo. Los comienzos fueron arduos y a veces caía en la desesperanza. Trató infructuosamente de ser invitado a alguna fiesta o reunión social de alta alcurnia, como la puesta de largo de Isabelita del Fresno, la romería del toro embolao o la procesión del Cascamoñas, celebradas todas ellas con gran boato en la residencia del Conde de Albatera. Finalmente, tras trabar amistad con el Marqués del Franco Condado, llegó a asistir a una de aquellas fiestas.

Desde un primer momento trató Wittelberg de deslumbrar a los demás en la reunión. Exhibió sin pudor sus conocimientos de música, historia, política, religión y pretecnología, sin despertar gran entusiasmo entre los congregados.

Durante su disquisición acerca de la naturaleza del alma y el concepto de impelencia, logró momentáneamente captar la atención de todos, pero no fue más que un oasis de efímero interés en el desierto de tedio en que se estaba convirtiendo la reunión a cada minuto. Ligeramente abatido, decidió quemar el último cartucho... y logró sorprendentemente su propósito. El magistral despliegue de chistes de leperos y ruidos corporales (habilidad esta última adquirida en sus años en un internado suizo), le abrió de par en par las puertas al mundo que anhelaba, despertando entre la concurrencia un hondo sentimiento de respeto y admiración hacia su persona. El Conde de Albatera llegó a quedar gratamente impresionado por la capacidad de Wittelberg de eructar el himno nacional de Liechtenstein, sin tomar aire en ningún momento.

El artista, día a día, y fiesta a fiesta, se fue haciendo un hueco de honor entre la más rancia aristocracia. Disfrutaba enormemente en aquellas veladas, donde se discutía apasionadamente de política, lógica aristotélica y filosofía, y se celebraban acrobáticas orgías con la cuadrilla del bombero torero.

Todo marchaba viento en popa, incluso se rumoreaba que un importante fabricante de monóculos iba a patrocinar las obras de teatro que Wittelberg tenía en mente, pero, desafortunadamente, sus proyectos se torcieron.

“El incidente”, como fue denominado por la prensa local, sucedió en la presentación en sociedad de la prometida del Conde Albatera, la bella y caprichosa Marquesa de Peralta. Wittelberg, alma enamoradiza, quedó deslumbrado por su porte regio, sus ojos azules y sus enormes patillas. Encarnita quedaba entonces muy lejos en su recuerdo.

A ella le conquistó su gracia y donaire y la interpretación que hizo Wittelberg de “La cabalgata de las Valkirias” silbando con un peine. Tras intercambiar algunos gruñidos, Wittelberg y la Marquesa se escondieron tras unas cortinas para poder conversar lejos de miradas indiscretas. El Conde de Albatera, que no había quitado ojo a su prometida, los siguió y, tras descorrer las cortinas y ver a su amigo chupando los dedos de los pies de su amada, creyó morir de celos.

Enfrentados por el amor de la Marquesa, los dos amigos decidieron que no había más salida que batirse en duelo, provocando de camino, las desgracias nunca vienen solas, la retirada del mecenas oculista, que no quería verse mezclado en tal escándalo.

El padrino de duelo de nuestro protagonista no pudo ser otro que el bueno de Van der Havoc, que a la postre decidiría la suerte de aquella disputa al quedarse dormido, no pudiendo, por tanto, llevar las armas al Campo del Honor.

El Conde estaba decidido a batirse aún sin armas (tal era su afán de venganza), por lo que el duelo se celebró finalmente a cabezazos.... a cabezazos y a primera sangre. Tras cuarenta interminables minutos en los que los duelistas cruzaron sus frentes a golpe limpio, el Conde introdujo su mano en el bolsillo de la levita para buscar un pañuelo con el que secarse el sudor, cortándose con un abrecartas, con lo que duelo terminó felizmente para Wittelberg. Algo mareado por los cabezazos y exultante por su triunfo, nuestro protagonista corrió a buscar a la Marquesa, a la que no pudo hallar en ese momento ya que estaba haciéndose las ingles.

La relación con la Marquesa no fructificaría finalmente, aunque, eso sí, sirvió para que Wittelberg publicara un par de obras a cuenta de su amiga.
(Continuará)

Capítulos anteriores de Wittelberg, aquí.

domingo, 12 de febrero de 2012

UNA DE MAFIOSOS

Gaspare Spirelli entro en el "Viuda de Martínez Rosales jazz club", con gesto preocupado. Su capo, Silvestre Rigatoni, el gran jefe, le había mandado llamar y el hecho de desconocer el motivo de la cita le ponía muy nervioso. Cuando la mafia llama a uno a las tres de la madrugada, no puede ser para algo bueno.

Pidió una mesa al fondo del local para esperar a Don Silvestre, en un lugar donde poder hablar sin ser molestados. El local estaba iluminado por una tenue luz roja, la orquesta tocaba alegremente y la gente parecía divertirse.

Bastante alterado, pidió un whisky con soda y sin hielo, para tranquilizarse y comenzó a morderse las uñas. Pasaban los minutos y la impaciencia se apoderaba de él. Pidió una soda sin hielo y sin whisky.

A los 45 minutos le estaba mordiendo las uñas al camarero, pues ya no le quedaban suyas propias, y cuando se disponía a pedir un hielo sin whisky sin soda y sin vaso apareció el capo, con cara de pocos amigos, acompañado por sus guardaespaldas, Rocco 'La roca' y Enrico "El analfabeto funcional", y por Tony, un decorador de interiores al que llamaba “Churri” y al que siempre llevaba a todas partes.

- Siéntese, por favor, Don Silvestre.- dijo Gaspare con sumisión y sin atreverse a mirarle a los ojos. Todos tomaron asiento en la misma mesa.

- No necesito tu permiso para sentarme, Gaspare.- respondió el capo, con una enigmática sonrisa.

- Lo siento, no era mi intención ofenderle- Spirelli penso que algo malo debía haber hecho para que su jefe estuviera tan susceptible.

- Si hubiera sido tu intención ofenderme, créeme, no estarías ahí sentado.
Gaspare estaba temblando pese a estar acostumbrado al estrés que sufren los delincuentes en horas de trabajo. Pensó decir algo, pero finalmente decidió callarse y esperar.

- Te preguntaras porque te he mandado llamar. Se trata de un asunto muy serio, que puede comprometer a la familia. Rocco, Enrico, churri, dejadnos solos.

Los tres se levantaron y se encaminaron diligentemente hacia la barra.
Gaspare tenia la espalda empapada en sudor y el corazón le palpitaba muy rápido. Don Silvestre le miraba con ojos penetrantes.

-    Yo... yo no sé que he podido hacer para deshonrar a la familia. Juro por la salud de mi suegra que no lo sé.

-    ¿No lo sabes? Pues yo sí. Has cometido un error muy grave, muy, muy grave. Puedes provocar una guerra y eso no es una cuestión que haya que tomarse a la ligera. Los asuntos dentro de la propia familia se resuelven cuchillo en mano, es la nueva moda, pero entre familias rivales las diferencias se aclaran a tiros. Y las balas no son buenas para la salud. En Chicago, en estos años 20, los conflictos no se arreglan a la vieja manera siciliana, los tiempos han cambiado. ¿Conoces esa tradición? No, claro que no. Los jóvenes de hoy día solo pensáis en frivolidades. Te lo voy a explicar, Gaspare. En Palermo, cuando dos familias se enfrentaban por un problema, los testi di famiglia se reunían y se creaba un grupo de trabajo con un equipo multidisciplinar. Cada uno exponía sus puntos de vista, miedos y frustraciones y, con la ayuda de un psicólogo de la escuela freudiana, se extrapolaban conclusiones provisionales, que había que verificar mediante la aplicación empírica de la matriz de las posibles soluciones, en un marco determinístico y cognitivamente invariable. Pero esto ya no funciona así... Ya no hay respeto.

-    Entiendo, Don Silvestre, pero sigo sin conocer cuál ha sido mi falta.

-    ¿Te he dado permiso para hablar?- El jefe mafioso estaba molesto por la interrupción, pero no demasiado enfadado.- Has cometido una equivocación. Has desafiado públicamente al vicepresidente de la A.P.A del colegio de educación primaria Abraham Lincoln.

-    ¿Yo? ¿Cuándo?- Gaspare estaba perplejo.

-    En la reunión de padres de alumnos votaste en contra de su propuesta de jornada continua para los escolares menores de 10 años.

-    Es que mi hijo dice que tantas horas seguidas le van a cansar mucho.

-    Que tengas razón o no es lo de menos.- El capo pellizcaba la mejilla de Gaspare, que estaba pálido.- La cuestión es que a la A.P.A no se debe llevar la contraria. El padre de Billy Mantegna, el aparejador, también votó en contra y ahora lleva con unos zapatos de cemento. Lo despidieron del trabajo y no puede comprarse unos de piel. No sabes como son esos tipos ni como se las gastan. Después del colegio de abogados y los farmacéuticos, es el grupo con el que hay que tener más precauciones.

-    Supongo que estoy perdido.- suspiro Gaspare.

-    No te habría contado todo esto si fuera a matarte para congraciarme con ellos. Me caes bien, hijo, sé que no obraste de mala fe. Quiero que mañana vayas a hablar con el vicepresidente y que le pidas disculpas. Dile que todo ha sido un malentendido y que le muestras nuestro respeto. Y ándate con ojo, la próxima vez no habrá clemencia.


-    Gracias, Don Silvestre.- dijo Gaspare, besando la mano de su jefe.

Al día siguiente, a primera hora, se presentó en el despacho en cuestión. Llamó a la puerta suavemente y una voz ronca surgió del interior.

- Adelante.

-    Perdón, creo que me he equivocado.- Gaspare observo que aquel hombre no era el que él recordaba.

-    De ninguna manera. Seguramente buscara al vicepresidente de la A.P.A.- Spirelli asintió con la cabeza.- Yo ocupo ahora el cargo. El anterior vicepresidente sufrió un desgraciado accidente. Se disparo en la espalda 7 veces por error. Al parecer estaba limpiando una pistola sin huellas que se encontró en un callejón oscuro.

-    Ah... En tal caso le presento mis respetos.

-    Siéntese, siéntese. Me gusta llevarme bien con las distintas familias.- Sonriendo, el nuevo vicepresidente le tendió la mano para que Gaspare, que por fin respiró aliviado, la besara.


sábado, 4 de febrero de 2012

SE MUDA DE CASA TRAS COMPRAR LAS OBRAS COMPLETAS DE CÉSAR VIDAL

En ocasiones, suscribirse a una colección puede acarrear trágicas consecuencias. Javier R. se encuentra en una situación desesperada, tal como ha confesado en exclusiva a nuestro periódico.

“Todo empezó hace unos ocho meses, cuando decidí comprar las obras completas de César Vidal. Soy muy aficionado a los coleccionables. El año pasado completé “Pinzas del mundo”, Amenazas de muerte de colección” y “Calcetines de lana de películas de Julio Medem” y pensé en continuar con mi afán coleccionista con los libros del señor Vidal. Nunca pensé que aquella decisión me saldría tan cara”, contó entre lágrimas Javier R.

Al parecer, al principio recibía unos dos o tres libros de Vidal e iba haciéndoles sitio en una estantería. “Al poco tiempo, aquello fue a más y tenía el salón totalmente ocupado y sólo podía entrar andando de lado. Aquello parecía “La casa tomada” de Cortázar”, aseguró Javier que, a pesar de estar sufriendo una situación límite, no ha perdido las ganas de ser insufriblemente pedante.

El ritmo de recepción de los libros se ha ido incrementando a tal ritmo que Javier no ha tenido más remedio que buscar un segundo empleo como vigilante nocturno para poder hacer frente a los pagos.

“Nunca pensé que este señor hubiera escrito tantas novelas, ensayos y artículos de opinión. Pero lo peor es que este tipo saca un libro cada rato sin cortarse un pelo. Esto es kafkiano”, comentó con resentimiento.

La situación ha llegado a tal punto que el pasado jueves, Javier decidió abandonar su casa tras haber quedado atrapado tras una avalancha de libros. Según sus propias palabras, “Casi me abro la cabeza con “El camino hacia la cultura”; menos mal que era la edición de bolsillo”.

Javier ha realizado un llamamiento a César Vidal: “No puedo aguantar más esta situación, en los últimos días recibo un libro cada treinta minutos. Sólo le pido a este señor que, por favor, pare un poco, que es más seguido que un pasodoble”.

El sr. Vidal asegura que tiene previsto seguir con su frenesí creador. “Desde que he descubierto el google, la wikipedia, la letra Arial 14 y el copia-pega, pienso llegar a escribir un libro cada quince minutos”.