martes, 27 de marzo de 2012

UN SEÑOR SE INVENTA ESTADÍSTICAS PARA RESULTAR CREÍBLE

Un médico psiquiatra del Hospital Reina Sofía, el doctor Alicantino, ha diagnosticado a Mariano B.P. el Síndrome de la Campana de Gauss, una desviación de la conducta que induce a quien la sufre a inventarse estadísticas para conseguir credibilidad y convencer a su interlocutor sobre cualquier tema en discusión.

“Creemos que este síndrome es bastante común en nuestra ciudad, aunque Mariano ha sido el primer enfermo diagnosticado”, comentó el doctor Alicantino, que prepara un artículo para el suplemento dominical “Con t de Student” de la revista “TodoPsiquiatría”.

El prestigioso médico afirma que el número y frecuencia de estadísticas inventadas es directamente proporcional a la ignorancia del enfermo sobre la cuestión de la que se esté hablando. “Recuerdo que fue determinante para el diagnóstico la afirmación de Mariano: “El 13% de los informáticos nunca han comido brócoli”, que nos puso sobre la pista de la enfermedad. Era tan disparatado que tenía sentido”, comentó Alicantino, orgulloso.
Su familia siempre notó algo raro, aunque no le dio importancia hasta que el síndrome se desató en toda su crudeza. En palabras de su novia “Al principio eran mentirijillas sin importancia, como “Sólo un 23,5% de los segovianos llega tarde a la primera cita”, pero después de un tiempo se volvió más y más osado, tanto que hasta nos daba un poco de vergüenza. Cuando le espetó a nuestro vecino, que trabaja en Tráfico, que “El 45% de los calvos zurdos que han estado de vacaciones de Semana Santa en Almería nunca se han saltado un semáforo en ámbar” o el día que discutiendo sobre fútbol con un compañero de trabajo aseguró que “Aproximadamente el 31,91% de los futbolistas que juegan de lateral derecho en 3ª Regional han tenido una novia rubia stripper, con familia en Matalascañas”, nos dimos cuenta que el tema se le había ido de las manos”.

El doctor Alicantino asegura que este Síndrome no es incompatible con una vida normal, aunque pueda generar alguna situación incómoda si las invenciones llegan al nivel Chi – cuadrado de Pearson, el estadío más avanzado.

“Creemos que en los próximos meses podremos diagnosticar más enfermos. Como afirmó el doctor Simpson, la mejor forma de conseguir credibilidad es inventarse estadísticas y eso lo sabe el 23% de la gente”, declaró Alicantino.


sábado, 17 de marzo de 2012

EL CASO WITTELBERG VIII: LA FILOSOFÍA VITAL DE VAN DER HAVOC.



 Valcañete, 3 de enero de 1.9xx.

Mi muy querido amigo Wittelberg:

No hago más que darle vueltas a la cuestión que planteas en tu última epístola. Yo creo firmemente que los tres momentos de ultimidad, de posibilitación y de imposición caracterizan a la realidad como algo que no es “de suyo”, sino como algo “de mío”. “De mío” de una forma sustantiva, de ser sustantivo quiero decir, no como aquel que habla del “de suyo” como algo propio, aunque no sea suyo. Suyo de él, me refiero, no “de suyo” como concepto filosófico ni como pirueta metafísica. El carácter de posibilitación como algo definitivo y definitorio del “de suyo” propio, no del “suyo mío”, sino del “de suyo” suyo como fin en sí mismo, como una unidad fundada en la realidad que cada cosa tiene en sí misma como suya propia e inherente a su carácter de cosa en sí misma propia “de suyo” y no “de mío” entendido como suyo. Todo esto es rotundamente cierto sin discusión posible, y también lo contrario. En definitiva, que yo lo veo muy claro: la pregunta no es si existe Dios sino ¿dónde he aparcado esta mañana?

Recibe un fuerte abrazo de tu amigo,

Fdo: Ludwig Van der Havoc.

P.D.1: Espero que tu estancia en Bélgica esté resultando provechosa y que el hecho de que te veas en la imperiosa necesidad de arponear turistas para subsistir no te haya acarreado ninguna complicación (ya sabes que en ciertos pueblos bárbaros no aceptan nuestras costumbres).

P.D.2: Disculpa las faltas de ortografía.”

La carta que acabas de leer, amable lector, es una de tantas que recibió Wittelberg de su amigo Van der Havoc, y en las que se puede observar la profundidad del pensamiento filosófico de éste último.

En anteriores artículos se ha hecho repetidamente mención a la obra filosófica de Van der Havoc, pero, en honor a la verdad, se ha tratado la cuestión con ligereza, y ahora es el momento de remediarlo. Adentrémonos, pues, en el apasionante mundo de Ludwig Van der Havoc y arrojemos, una vez más y con espíritu dispuesto, un poco de luz sobre las tinieblas de desconocimiento que rodean a Wittelberg y a su entorno.

La tarea de definir la filosofía havociana en pocas líneas se nos antoja difícil. En su peculiar universo, conceptos como la inteligibilidad, las propiedades fundamentales, la reflexividad, el Yo sustantivo, las tortas de aceite de Inés Rosales y el determinismo se constituían como base de su teoría filosófica y vital, que le llevó a adoptar en la vida posturas claramente nihilistas y a abrazar el llamado idealismo realista, que él mismo definía en su ensayo “De la realidad a la idea en cuanto a tal. Comprendiendo la impelencia”, de la siguiente forma :” El idealismo realista como expresión última de mi visión cosmogónica se constituye básicamente como una oposición de contrarios que se complementan en una suerte de conjunto armónico de la realidad absoluta y tangible y la realidad como idea... Idea “de suyo”, como no podía ser de otra manera. Por lo tanto, y de acuerdo a lo anterior, el hombre debe mirarse en el espejo del balonmano. Resumiendo, que lo mío es mío y lo tuyo es mío también”.

Bajo esta premisa, Ludwig nunca pagó nada en su vida, lo que le granjeó no pocos problemas que él contrarrestaba al grito de “no habéis entendido nada” y volvía a la carga con un discurso sobre la naturaleza de las ideas y el “de suyo” propio que desconcertaba a sus acreedores, que terminaban retirándose con grandes dolores de cabeza y sin haber cobrado un céntimo.

Van der Havoc era ante todo filósofo, si bien es cierto que sus primeros pasos como intelectual los dio en el mundo de la música tras su accidentado paso por el Conservatorio de Valcañete. Además de escribir ensayos de musicología, al igual que Wittelberg, compuso varias obras, entre ellas la “Sinfonía para alpargata y botella de anís”, que alcanzó gran éxito entre la crítica especializada, si bien es cierto que no le produjo grandes emolumentos.

Asimismo, Van der Havoc también se empleó como autor teatral, como ya hemos comentado repetidamente, escribiendo a medias con Wittellberg varias piezas, sobresaliendo por encima de todas “El Albornoz Hegeliano”.

Como autor en solitario no se prodigó mucho, destacando entre su producción un drama romántico ambientado en un palacio de invierno de Viena. La pareja protagonista, jóvenes aristócratas de modales exquisitos y educados en los convencionalismos sociales, ardían de pasión y se amaban a escondidas, hasta que un repentino ataque de gota truncaba su destino y los separaba para siempre. Esta obra, titulada “Lo cortés no quita lo caliente”, sufrió severos ataques de la censura eclesiástica. Al parecer, el principal problema provenía de que se consideraba que la orgía de cuarenta minutos que protagonizaba el joven amante con diecisiete coristas era “poco recatada” y, lo que era mucho más grave, “kantiana en exceso”.

Hastiado por los abusos de la censura y el poco rendimiento pecuniario que obtenía de sus desvelos, Van der Havoc decide huir de la realidad y refugiarse en la Universidad, donde impartirá clases de filosofía y escribirá sus relativamente conocidos ensayos. Para ser sinceros, debemos señalar que en los círculos universitarios no se le tomó muy en serio (a diferencia de hoy día, que se le ignora totalmente).

Se aplicó a su profesión con ahínco y entusiasmo, pero, considerando que había vivido muchos años fuera de los muros de la Universidad y que provenía del contacto con el mundo real y con seres humanos que realizaban actividades concretas y productivas, le resultó totalmente imposible llegar a Catedrático, a pesar de que hizo todo lo posible por olvidar los conocimientos útiles que atesoraba.

No obstante, no desfalleció y continuó ofreciendo a lectores de todo el mundo multitud de artículos y ensayos, todos ellos, en nuestra humilde opinión, de gran interés.

Van der Havoc, siempre a la sombra del genial Wittelberg fue, ante todo, un buen hombre y un excelente moroso.

(Continuará. Nota: capítulos anteriores, aquí.)

miércoles, 7 de marzo de 2012

COSAS QUE ME HACEN GRACIA (parte 1)

Todos tenemos a veces un mal día, un día de esos en los que estamos de bajón sin saber muy bien porqué. Cuando tengo un momento “qué me gusta un cristal lloviendo” (sí, los tipos duros también los tenemos, ¿qué pasa?), suelo recordar las sabias palabras de Woody Allen: “La vida es horrible, pero es el único sitio donde te puedes comer un filete” y echarle un ojo a mi baúl de las chorradas.

Os dejo la primera parte de lo que yo llamo, en un alarde lingüístico, “las cosas que me hacen gracia”:

LIBROS: Hay tres autores imprescindibles para reírse: Woody Allen, Miguel Mihura y Wodehouse. De Woody Allen os recomiendo los “Cuentos sin plumas”, de Mihura, “Mis memorias” (empieza con un “Nací con dos narices y cuatro ojos, aquellos eran días de abundancia” y de ahí a más) y, de Wodehouse, “Tío Fred en primavera”.

El humor que más me gusta el denominado humor absurdo. Como muestra, un botón:

EL ANTIGUO TESTAMENTO SEGÚN WOODY ALLEN (incluido en “Cuentos sin plumas”).


“Y vino a ocurrir que un hombre que vendía camisas fue azotado por tiempos adversos. Ninguna de sus mercancías hallaba comprador ni él prosperaba. Y el hombre oraba y gemía: 

- Señor, ¿por qué me haces sufrir de este modo? Todos mis enemigos venden su género menos yo. Y estamos en plena temporada. Mis camisas son buenas. Mira la calidad de este rayón. Conseguí cuellos abrochados, cuellos de fantasía, pero nada se vende. Y no obstante he observado tus mandamientos. ¿Por qué no podré yo ganarme la vida cuando mi hermano menor se está forrando con su prêt-á-porter para niños?
 
Y el Señor escuchó al hombre y dijo:

- Acerca de tus camisas...

- Sí, Señor- exclamó el hombre, cayendo de rodillas.

- Ponles un cocodrilo en el bolsillo.

- ¿Cómo dices, Señor?

- Haz lo que te estoy diciendo, no te arrepentirás.

Y el hombre cosió en todas sus camisas un pequeño símbolo que representaba a un cocodrilo y he aquí y a ojos vista que su mercadería se vendió de improviso como rosquillas, y fue un gran regocijo, mientras que entre sus enemigos era el llanto y el crujir de dientes, y uno de ellos exclamó:

- El Señor es misericordioso. Me ha hecho yacer en verdes praderas. El problema es que ahora no sé cómo levantarme.”

VÍDEOS CACHONDEÍSTICOS: Aquí va una primera selección.
Botín hablando inglés (sin palabras… Lo imito de miedo).

Un cadáver a los postres (diálogo mítico).

Ali G vendiendo ideas para libros (inmenso Sacha Baron Cohen).

Brüno en un baile en Georgia (lo dicho, grandísimo Sacha).

Perdónala, de Les Luthiers (los he visto en directo varias veces y he flipado).

Pillando purpos (versión motrileña de Pulp Fiction. Brutal. Se pueden activar los subtítulos)

Continuará.

domingo, 4 de marzo de 2012

LOS GADGETS PARA BEBÉS



Tengo un amigo que dice que lo que verdad marca un antes y un después en tu vida es cuando descubres qué es el Silestone. “Yo era feliz, vivía sin preocupaciones, pero llegó el momento de elegir entre madera y Silestone para la encimera de la cocina y ahí cambió todo”, solía decir.

Lo cierto es que el denominado por los expertos “Momento Silestone” puede condicionar tu evolución personal, pero lo que de verdad traza una línea indeleble en tu trayectoria vital es cuando tienes que elegir el “grupo cero”. Eso sí que marca, el enfrentarse a la trascendental decisión de qué “grupo cero” o maxi – cosi escoger te deja una huella imborrable. Uno se despierta por las noches pensando en los viejos tiempos, cuando vivía felizmente ignorante de la existencia de ese accesorio carísimo pero imprescindible. Para que los que no sepáis qué es el “grupo cero” os comento que es lo que antiguamente se llamaba “sillita para el coche”.

Recuerdo cuando me acerqué a la tienda para comprar el cochecito para Carmencita. Aquello fue surrealista. De repente fui consciente de mi escaso dominio del vocabulario castellano. Por primera vez escuché palabras que me sonaron a chino como “capazo”, “maxi-cosi” o “grupo cero”. ¡Pobre de ti si te ocurre preguntar de qué te están hablando! A mí me miraron un grupo de embarazadas con ojos vidriosos inyectados en sangre cuando osé decir “¿grupo qué?”.

Incluso algún futuro papá me puso una miradita de “¡Pero bueno, hombre!” que me dejó preocupado. ¿Iba a ser un mal padre? ¿Cómo no se me había ocurrido informarme de la multitud de gadgets que hay que acumular en casa para tener un hijo?

El momento cumbre de la compra del cochecito fue cuando la vendedora intentó encasquetarme el cochecito “Élite 5.0 reloaded”. Es de fibra de carbono, tiene frenos de disco, lo diseñó un famoso arquitecto y sólo vale 3.000 € (en serio). A uno, en ese momento, le dan ganas de preguntar si le han visto cara de gilipollas, pero se contiene por educación. ¿Cómo pretenden que me compre un cochecito que tiene mejores frenos que mi coche? ¿Es que Carmencita va a correr el Rally de Montecarlo?

Después, cuando te llevas a casa el cochecito pasas del complejo de gilipollas a la certeza de serlo. Montar y desmontar un cochecito por primera vez, sin ser ingeniero aeronáutico, tiene miga. Al lado de esto, encajar todas las piezas del armario “Klüingerborgerllorg” de IKEA es un juego de niños.