sábado, 4 de mayo de 2013

HUMOR ULTRAMODERNO



EL JUEZ

Un juez obsesionado con los concursos de la televisión, trastornado. Habla con la voz impostada de los presentadores de esos concursos, le exige a su secretaria que lleve gafas como las azafatas del 1,2,3, hace esa clase de cosas de una forma enfermiza, cada vez más incontrolable. Llega un momento en que esa pulsión le supera y en los juicios le da a elegir al acusado entre acatar la sentencia o el contenido de una caja. Desconcertados, la mayoría elige la condena por el miedo a lo desconocido. El Asesino de la loncha de queso, por el contrario, eligió la caja. No tenía nada que perder. Iba a ser condenado a 20 años de cárcel y finalmente salió libre. Y con una Thermomix bajo el brazo.   



EL ENTRENADOR

Un entrenador que no sabe nada de futbol. Solo motiva con frases hechas, consejos manidos y planos como los que se pueden leer en una presentación de Power point de gatitos . “Déjate llevar por tus sueños”, “Si no lo intentas, no lo lograrás” y otras chorradas similares. Le va bien, aunque a veces se angustia por la posibilidad de que su ignorancia balompédica quede al descubierto (ignorancia balompédica, me encanta cómo suena). Poco a poco va quedándose sin material para sus charlas, no encuentra más Power points ñoños de los que ir copiando frases. Empieza a buscar nuevas fuentes: almanaques, páginas de facebook, galletitas chinas… Llega un momento en que esto no basta y empieza a comprar libros de autoayuda. “Chicos, vosotros sabéis lo que tenéis que hacer. La respuesta está en vuestro corazón”. Suelta gilipolleces como esa continuamente. Pero esos manuales de autoayuda no son suficientes. Lleva 20 años de entrenador y teme repetirse en sus charlas a los jugadores. Se adentra en el mundo de la filosofía. Se va volviendo cada vez más críptico en sus discursos. “Vamos perdiendo dos a uno. ¿Acaso pretendéis apostar por una autonomía de la antítesis, por una dialéctica no resolutiva, negativa? Frente a la pretensión filosófica de abarcar lo individual bajo una razón, un pensamiento absoluto, os tenéis que plantear que la reflexión debe hacerse sobre algo concreto. Salid a darlo todo al campo”. Sus jugadores no entienden nada porque no han leído a Adorno.

 LETRA PEQUEÑA
Te mueres. Hay un túnel. Vas hacia la luz y un señor con corbata te enseña una aceptación de una descarga de software para tu ordenador (lo típico que pulsas “Siguiente- aceptar” sin leer nada), y en la letra pequeña se especifica que cuando mueras tu alma pertenece a una empresa informática. Te obligan a aparecerte en sueños a la gente para hacer spam de la compañía. Pasas la eternidad como un fantasma del tipo ventana emergente. Puede suceder. No te rías.


NIÑOS LISTOS

Esos padres que compran a sus hijos DVD´s de estimulación de la inteligencia. Esa clase de gente que piensa que porque su bebé vea peluches con música clásica de fondo va a convertirse en superdotado. ¿Y si tienen razón y eso no es una estafa y resulta que funciona? ¿Y si se les va el tema de las manos? ¿Y si los niños desarrollan una inteligencia superior maligna y deciden someter al resto de la humanidad? ¿Y si se implanta una brutal dictadura mundial basada en el culto a personajes infantiles? Si no te postras ante la imagen de Goofy todas las mañanas te condenan a muerte y cosas así, yo que sé…. ¿No lo habéis pensado, verdad? ¿No? Así no salimos de la crisis.

TRAFICANTE DE FRUTA

Un narcotraficante monta una empresa de importación de fruta para poder introducir droga en el país oculta entre la mercancía. En el fondo es un enamorado de la fruta, le resulta apasionante ese mundo. Su auténtico objetivo, su sueño de la infancia, es ese: ser gerente de una empresa de fruticultura. Pero sigue traficando con drogas por el qué dirán.

EL PRESIDENTE Y FOSKY

El presidente de una multinacional, en una cena de ejecutivos de la empresa, se empeña en actuar haciendo de ventrílocuo con Fosky, un muñeco que luce una sonrisa siniestra y cuenta chistes malísimos y crueles. El tipo no tiene ninguna gracia, pero los ejecutivos se ven obligados a reírse por compromiso y le aplauden. Esas risas forzadas, impostadas, ese momento surrealista de pérdida de dignidad, ese aplauso hipócrita… El presidente se queda tan complacido que decide llevar a Fosky al trabajo todos los días para animar a la plantilla. Con el tiempo se trastorna y ni siquiera habla en las reuniones. Es Fosky quien toma la palabra, lanza ideas delirantes, despide a quien le lleva la contraria, hace chistes sexuales continuamente y lanza insinuaciones a las mujeres de la empresa. Día a día el puto muñeco se va volviendo más loco y dictatorial. Llega incluso a insultar al presidente, que termina llorando desconsoladamente en el consejo de administración. Ese viejo recurso de los ventrílocuos insultados por sus muñecos llevado al extremo. Ya no hay nada que hacer, Fosky dirige ahora el cotarro. Y la empresa aumenta sus beneficios, aunque el ambiente es irrespirable. Todo el mundo tiene la esperanza de que la pesadilla acabe pronto: el presidente va a tocar la campana en la Bolsa de NY y, cuando aparezca con Fosky, quedará en evidencia y los accionistas exigirán su dimisión. Llega el día y Fosky hace sonar la campana, cuenta chistes racistas y le toca el culo a una ejecutiva. La gente se ríe y al final no pasa nada. Fosky se sale con la suya. Fosky wins…